¿El mal es inherente a nosotros?

¿El mal es inherente a nosotros? ¿Es Dios una creación de los seres humanos para mantener el mal a raya? ¿El mal es producto de un desarrollo anormal de los lóbulos frontales del cerebro?

El mal o la maldad es una condición que se considera negativa, que se atribuye al ser humano y denota la ausencia de bien, por lo tanto la ausencia de moral, bondad, caridad o afecto por su entorno y quienes le rodean e incluso por sí mismo. Quien actúa con maldad contraviene los códigos de conducta, éticos y morales que un grupo social considera correctos o aceptables.

Para considerar que un ser humano actúa con maldad debe comprobarse que lo hace de manera consciente, por lo tanto la maldad es una condición que solo poseen los seres racionales, por lo tanto dicha condición no es aplicable de manera directa a personas con desordenes o retrasos mentales severos.

Como se desprende de los párrafos anteriores, el término mal es interpretado por muchas culturas como la contraparte del bien, con el cual además forma una auténtica dualidad, es decir, sin el bien no existiría el mal tampoco.

Desde la perspectiva de la Teoría Espiritual el mal no existe por si mismo, es decir no es producto del Creador, el mal es una condición que se establece por una perturbación del estado armónico de las entidades espirituales.

Tanto el mal como el bien, son dos conceptos que están sumamente ligados al comportamiento moral de las personas, pero ojo, que tan solo una mala acción, o un comportamiento que no ha seguido los estándares propuestos por cualquier sociedad civilizada no son suficientes para determinar o catalogar de por vida a una persona como mala, aunque claro una reiteración en el tipo de comportamiento clasificado como malicioso por supuesto confirma el mal que invade a esa persona. Aunque suene algo estereotipado, pero la mayoría de las experiencias así lo confirman, generalmente, los individuos que respetan a su prójimo así como a las normas sociales que imperan en una comunidad, son considerados buenos, en tanto, aquella persona que por el contrario se caracteriza por su rebeldía y violencia en las situaciones que mencionábamos será entendida como mala y que promueve el esparcimiento del mal.

La Teoría Espiritual incluso afirma que un espíritu perturbado puede modificar su cerebro produciendo una alteración física, más especificamente en sus lóbulos frontales, que refuerza su tendencia a la práctica del mal. Actualmente la ciencia médica afirma que los seres con un grado de maldad poseen cerebros ligeramente diferentes a los de otras personas con un comportamiento social aceptable.

Asimismo, el término mal está sumamente vinculado al contexto religioso, ya que la mayoría de las religiones, independientemente de las creencias que sostengan, enseñan y promueven siempre la realización del bien y por supuesto evitar cualquier forma del mal. Por ejemplo, para el cristianismo, Dios será el bien a imitar y seguir y el Diablo representará el mal y aquello de lo cual hay que sí o sí alejarse.

El mal puede interpretarse de muchas maneras, una de ellas como la ausencia del bien. Desde la Teoría Espiritual se señala que el mal es el resultado de la desarmonía espiritual, es decir, de una perturbación en la manera en que se relacionan entre sí los atributos del espíritu, Amor, Inteligencia y Libertad.

Pero el mal no siempre es contrario a la evolución, el egoismo que es una expresión de atraso o resago espiritual, resulta ser un mecanismo de supervivencia que busca privilegiar a un grupo ya sea de genes, o de individuos por sobre otros, convirtiendose de esta manera en un motor que jalona la evolución de las especies. Somos egoístas por naturaleza porque de no ser así quizás no sobreviviríamos a las condiciones tan exigentes de nuestra encarnación. Sin embargo, existen alternativas que la evolución plantea, pues considerando que si decidieramos unirnos con otros para procurar obtener mejores condiciones que garanticen nuestra supervivencia, es logico hacerlo, aunando exfuerzos para configurar un grupo social altruista, cuya fortaleza es su capacidad para compartir tanto conocimiento, como experiencias que ayuden a crear una inteligencia colectiva que oriente sus destinos.

Entonces ¿es o no el mal inherente a nosotros?, creería que si pues el mal existe en nosotros en forma latente, esperando el momento para expresarse, pero siempre tendremos la posibilidad de evitarlo y de orientar nuestra existencia en procura de la armonía de nuestros atributos.

Author: ISRSP 2

Físico de la Universidad Nacional de Colombia, Especialista en Protección Radiológica y Seguridad Nuclear de la Universidad de Buenos Aires Argentina. Investigador independiente del fenómeno espiritual desde el año 1.982.

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1 Comment

  1. Después de hacer una revisión de comentarios a mi artículo puedo inferir que hay una molestia generalizada con respecto a que el mal sea inherente a nuestra condición espiritual. ¿Por qué?, ¿acaso no eramos perfectos antes de caer con nuestro error en un estado de desarmonía al que identificamos como mal, error o equivocación?.
    Somos susceptibles de caer con nuestro error una y mil veces, nisiquiera el hecho de repararnos y alcanzar el estado de perfección perdido nos permitiría asegurar que no volveremos a caer con nuestro error, pues si ya nos ocurrió una vez, podría volvernos a suceder, sin embargo le doy el beneficio de la duda a quienes sugieren que la caída no volverá a sucedernos porque quizás las experiencias aprendidas hagan que esta vez nos rehusemos a caer con nuestro error.

    En todo caso sigo considerando que lamentablemente el mal es inherente al espíritu en la medida que los espíritus somos suscrptibles de caer con nuestro error, pues si caímos una vez siendo puros, perfectos e inmensamente felices, como no podríamos caer otra vez ahora que aunque alcancemos la pirificación también es cierto que conocemos el error desde adentro.

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